“Siempre ha sido un niño muy movido”, “Desde pequeño que le cuesta comer”, “En el colegio tiene problemas de concentración”, “El niño nació así”, … Son frases habituales de los padres cuando traen un niño a consulta, motivada por bajo rendimiento escolar o por no saber hacer con su comportamiento en casa. Lo primero que llama la atención de las primeras visitas es (independientemente de la forma que tome la frase) un implícito: hay que “arreglar” al niño porque no se comporta como debería (el debería, se entiende que es obedecer, estar quieto y sacar buenas notas). Pero la mayoría de veces, como si el niño fuera un ente aislado del mundo.
Un niño no está aislado del mundo. Es mas exacto decir que “cae” en él. Aparece en una familia con sus virtudes, defectos, deseos, demandas, contradicciones; en un entorno social fruto del país, de su historia, de sus gobernantes, de su publicidad, de sus personas famosas, con sus fortalezas y problemas. Y acaba yendo a un colegio, público o privado, rígido o blando, religioso o no y con profesores más o menos buenos. Sin embargo, “me lo arreglan”.
Cuando un niño llega a consulta, lo primero que hay que tener en mente es que forma parte de un entramado de ambientes: escuela, familia y entorno social. El niño (y también cualquier persona adulta) es el efecto de todos estos ambientes. Determinar la causa de un problema no será sin antes transitar por todas estas esferas de contacto social. Puede ser a causa de la familia (problemas de pareja, falta de límites, sobreprotección, …), causa de la escuela (incoherencia, valores incompatibles, exceso de deberes,…), causa de la cultura imperante (importancia de la imagen, política, famosos sin oficio ni beneficio,…) o interacciones de ellas. También puede darse que el origen del problema surja de las interacciones escuela-familia, escuela-entorno o familia entorno. La cuestión siempre es no perder de vista el conjunto.
No se trata de culpabilizar a nadie, sino tan solo de cuestionarse las cosas. Hay mucho más allá de esta pequeña persona que traen a consulta. Los padres como interlocutores principales deben ser los primeros en aceptar los diferentes frentes a los que se enfrenta el niño, y que no “nació así”, sino más bien “responde a”. Con la implicación de los padres las terapias son más sencillas y efectivas. Claro que esto sería el caso ideal, y algunos padres optan por un “vamos a cambiarlo de psicólogo porque en el colegio sigue igual de mal”. Varias veces…