¿Por qué repetimos?

 

Siempre me pasa lo mismo con los hombres, todos me hacen sufrir…” (una paciente)

He intentado montar varios negocios pero todos acaban en fracaso…” (un paciente)

Sé que no debo beber tanto, pero soy incapaz de dejarlo…” (otro paciente)

 

El discurso de los pacientes pueden tomar varios sentidos, pero su estructura no deja de revelar el sufrimiento que causa la repetición indefinida de cierto tipo de actos, que aún con la mejor intención del paciente siempre acaban con el mismo resultado no deseado. Se podría decir más, muchas de estas personas son capaces de anticipar el resultado final, pero aún así… no pueden evitarlo.

Antes de nada cabe señalar, como dijo Freud, que “el yo, ya no es amo en su propia casa”. Es decir, hay actos que no dependen de nuestras intenciones conscientes, sino que provienen de otra instancia, inconsciente, con otros intereses diferentes a los “nuestros”. ¿Qué intereses son estos? El nivel mínimo de tensión, la descarga de emociones, la tranquilidad psíquica. El problema está en que la forma de hacerlo perturba a nuestra parte consciente, en forma de síntomas, repeticiones, adicciones, etc.

¿Pero qué se repite? Esencialmente, “se repite lo que no se recuerda”. Lo que no se recuerda puede ser cualquier acto (real o fantaseado), no tiene porque ser algo específico del pasado, sino que puede ser una sustitución de aquello, algo relacionado por proximidad o puede ser la suma de varias situaciones. Todas ellas con un denominador común: el exceso.

El exceso, aunque para el Inconsciente no hay diferencia, puede tomar dos formas: de bienestar o de malestar, aunque también una mezcla de ambas. Lo que se trata en el caso del bienestar es de volver a disfrutar de aquella situación tan placentera, la cual es inalcanzable por estar idealizada. Por más que se insista, nunca volverá a ser lo mismo.

Respecto al malestar, repetimos algo que “salió mal” y que nos produjo un exceso de dolor. En este caso se trata de repetir aquel momento hasta que “salga bien” o se “acepte”.

Para terminar, cabe decir que la forma de la repetición observable no tiene nada que ver con la forma original, que pudo ser real o no, por lo que tratar de aprehender intelectualmente lo que está sucediendo conduce, invariablemente, al fracaso. En todo exceso la imagen original se pierde (se reprime) y el afecto o emoción queda libre para unirse a otra imagen sustitutiva menos placentera o dolorosa. Es una mala solución, pero solución, al fin y al cabo.

 

Oscar Tortajada

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